Carlos Gaviria consideraba un libro como clásico a aquel que cumplía con el criterio de la brevedad. Textos históricos como “¿Qué es la Ilustración?”, “El contrato social”, “Reflexiones sobre la Revolución Francesa”, entre otros, fueron etiquetados bajo ese importante rótulo.
En uno de mis tantos viajes, como es costumbre, visité
al Maestro Rodrigo Llano Isaza, en la sede del Partido Liberal Colombiano, y me
obsequió siete libros, de los cuales uno llamó poderosamente mi atención
precisamente por su brevedad: “El disenso o el derecho a disentir en la vida
política”. Pensé en esa reflexión del emblemático ex Magistrado de la Corte
Constitucional y no pude contenerme: me leí el texto en la noche después de un
par de shots para sopesar el frío capitalino. El libro es brevísimo: 40
páginas pletóricas de una sabiduría política que en los últimos años no
encontraba en Cartagena y Bolívar, al menos en el arte de expresar un
desacuerdo sin caer en la manía de joder a la persona con quien se tiene
el desacuerdo, recurriendo e inclusive a falsedades o distorsión de la
información, aquellas llamadas actualmente posverdades.
Rodrigo Llano inicia su reflexión citando frases de
liberales sobre ese concepto: disentir. ¿Qué es el disenso? Para el Maestro, es
el contrapeso del poder, es uno de los elementos estructurales para convivir
en democracia. Es un estado elevado de inteligencia política en donde
expresamos el desacuerdo con quien tiene el poder sin pretender dañarlo. Quien
disiente es aquel que controvierte ideas y no cae en la payasada de acabar al
otro e hinchar su ego por hacerlo quedar en ridículo.
Además, quien disiente debe plantear trascendentemente
cómo pueden superarse esas brechas y llegan a un consenso, en beneficio del
interés general.
Sin disenso, se desnaturaliza la democracia. Sin
disenso caemos en regímenes totalitarios. Son ejemplos según el Maestro Llano
la muerte de Juana de Arco o Jacques de Molay en el caso religioso; en la izquierda
Stalin mató a 30 millones de sus compatriotas y Mao a otros 20 millones de
chinos solo por pretender disentir; y en el caso colombiano todos hemos sido
testigos de muchos ríos de sangre porque la institucionalidad, de forma mefistofélica,
silencia a quienes piensan distinto a la ideología subyacente. Por esa
intolerancia política y ese afán de homogenizar el pensamiento diverso es que
el Estado colombiano ha sido condenada por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en forma reiterada.
Ahora bien, la lectura de mi querido Maestro Rodrigo,
como respetuosamente en nuestras largas conversaciones le digo, me compile a
hablar de lo que ha sucedido en la política cartagenera y bolivarense en los
últimos años: ¿Cómo se disiente políticamente en nuestra ciudad y departamento?
Es una pregunta compleja de responder toda vez que
Cartagena y Bolívar históricamente han tenido el problema de varios intereses
representados en diversos sectores que persiguen los recursos estatales y
dividendos productos del turismo, la pobreza extrema como legitimador del poder
político (el uso de la pobreza como slogan de campaña política de los partidos tradicionales),
la mercantilización de la política a partir del establecimiento del voto
popular para elección de alcaldes y gobernadores, la falta de educación en cultura
ciudadana como causal legitimadora de un arcaico poder y en el caso exclusivo
de Cartagena la inestabilidad institucional producto de alcaldes elegidos por
voto popular y destituidos posteriormente, cuya consecuencia ha sido elecciones
atípicas y encargos de alcaldes por el gobierno nacional.
Como corolario, estamos al frente de un ejercicio titánico
de la política en donde quien pretende llegar al poder representando alguna bandera
de cambio inmediatamente es perseguido, porque eventualmente afectaría los
intereses de quienes han saqueado durante años, a la ciudad y al departamento,
frenando su desarrollo. Además, la desarticulación de los sectores alternativos
facilita la mediocridad y poca altura en el debate, a partir de cabalgadas en
superioridad moral, cuyo epicentro de los ataques son las redes sociales y los
ataques son personales. Ello ha facilitado la consolidación de los sectores
continuistas de la ciudad y el departamento, manteniendo las mismas problemáticas
profundas legitimadoras de su poder.
El panorama es desalentador: se recurren a los memes,
a la creación de perfiles falsos para desprestigiar al otro, se emplean
expresiones groseras en el discurso, se distrae a la ciudadanía con detalles bizarros
y no con los proyectos que actualmente cursan en la ciudad. Ninguno de los
grupos (los alternativos y los continuistas) plantean un punto de encuentro de
cara a la superación de las dificultades regionales. Ninguno invita al consenso
previa discusión.
¿Disentir en Cartagena y Bolívar? No. Agredir,
perseguir y aniquilar al otro. Y quienes pretendan disentir serán marginados.
Como decía Martin Luther King: No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos. El cartagenero del común, es indiferente e indolente ante la problemática que atraviesa nuestra ciudad. Los pueblos tienen los líderes que se merecen.
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