jueves, 10 de febrero de 2022

A propósito del libro “El disenso o el derecho a disentir en la vida política” y el disenso en Cartagena y Bolívar.


Carlos Gaviria consideraba un libro como clásico a aquel que cumplía con el criterio de la brevedad. Textos históricos como “¿Qué es la Ilustración?”, “El contrato social”, “Reflexiones sobre la Revolución Francesa”, entre otros, fueron etiquetados bajo ese importante rótulo.

En uno de mis tantos viajes, como es costumbre, visité al Maestro Rodrigo Llano Isaza, en la sede del Partido Liberal Colombiano, y me obsequió siete libros, de los cuales uno llamó poderosamente mi atención precisamente por su brevedad: “El disenso o el derecho a disentir en la vida política”. Pensé en esa reflexión del emblemático ex Magistrado de la Corte Constitucional y no pude contenerme: me leí el texto en la noche después de un par de shots para sopesar el frío capitalino. El libro es brevísimo: 40 páginas pletóricas de una sabiduría política que en los últimos años no encontraba en Cartagena y Bolívar, al menos en el arte de expresar un desacuerdo sin caer en la manía de joder a la persona con quien se tiene el desacuerdo, recurriendo e inclusive a falsedades o distorsión de la información, aquellas llamadas actualmente posverdades.

Rodrigo Llano inicia su reflexión citando frases de liberales sobre ese concepto: disentir. ¿Qué es el disenso? Para el Maestro, es el contrapeso del poder, es uno de los elementos estructurales para convivir en democracia. Es un estado elevado de inteligencia política en donde expresamos el desacuerdo con quien tiene el poder sin pretender dañarlo. Quien disiente es aquel que controvierte ideas y no cae en la payasada de acabar al otro e hinchar su ego por hacerlo quedar en ridículo.

Además, quien disiente debe plantear trascendentemente cómo pueden superarse esas brechas y llegan a un consenso, en beneficio del interés general.

Sin disenso, se desnaturaliza la democracia. Sin disenso caemos en regímenes totalitarios. Son ejemplos según el Maestro Llano la muerte de Juana de Arco o Jacques de Molay en el caso religioso; en la izquierda Stalin mató a 30 millones de sus compatriotas y Mao a otros 20 millones de chinos solo por pretender disentir; y en el caso colombiano todos hemos sido testigos de muchos ríos de sangre porque la institucionalidad, de forma mefistofélica, silencia a quienes piensan distinto a la ideología subyacente. Por esa intolerancia política y ese afán de homogenizar el pensamiento diverso es que el Estado colombiano ha sido condenada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en forma reiterada.

Ahora bien, la lectura de mi querido Maestro Rodrigo, como respetuosamente en nuestras largas conversaciones le digo, me compile a hablar de lo que ha sucedido en la política cartagenera y bolivarense en los últimos años: ¿Cómo se disiente políticamente en nuestra ciudad y departamento?

Es una pregunta compleja de responder toda vez que Cartagena y Bolívar históricamente han tenido el problema de varios intereses representados en diversos sectores que persiguen los recursos estatales y dividendos productos del turismo, la pobreza extrema como legitimador del poder político (el uso de la pobreza como slogan de campaña política de los partidos tradicionales), la mercantilización de la política a partir del establecimiento del voto popular para elección de alcaldes y gobernadores, la falta de educación en cultura ciudadana como causal legitimadora de un arcaico poder y en el caso exclusivo de Cartagena la inestabilidad institucional producto de alcaldes elegidos por voto popular y destituidos posteriormente, cuya consecuencia ha sido elecciones atípicas y encargos de alcaldes por el gobierno nacional.

Como corolario, estamos al frente de un ejercicio titánico de la política en donde quien pretende llegar al poder representando alguna bandera de cambio inmediatamente es perseguido, porque eventualmente afectaría los intereses de quienes han saqueado durante años, a la ciudad y al departamento, frenando su desarrollo. Además, la desarticulación de los sectores alternativos facilita la mediocridad y poca altura en el debate, a partir de cabalgadas en superioridad moral, cuyo epicentro de los ataques son las redes sociales y los ataques son personales. Ello ha facilitado la consolidación de los sectores continuistas de la ciudad y el departamento, manteniendo las mismas problemáticas profundas legitimadoras de su poder.

El panorama es desalentador: se recurren a los memes, a la creación de perfiles falsos para desprestigiar al otro, se emplean expresiones groseras en el discurso, se distrae a la ciudadanía con detalles bizarros y no con los proyectos que actualmente cursan en la ciudad. Ninguno de los grupos (los alternativos y los continuistas) plantean un punto de encuentro de cara a la superación de las dificultades regionales. Ninguno invita al consenso previa discusión.

¿Disentir en Cartagena y Bolívar? No. Agredir, perseguir y aniquilar al otro. Y quienes pretendan disentir serán marginados.

1 comentario:

  1. Como decía Martin Luther King: No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos. El cartagenero del común, es indiferente e indolente ante la problemática que atraviesa nuestra ciudad. Los pueblos tienen los líderes que se merecen.

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