“Esto no puede seguir muchachas. Tenemos que parar esa práctica que
lastima nuestra intimidad; se nos está llenando la taza. No más, no más
muchachas. Unámonos”.
María
Betsabé Espinal
Los siguientes
cuatro relatos son basados en hechos reales que desde el activismo jurídico con
enfoque de género hemos conocido, abrazado y llevado a todas las instancias
jurídicas regionales y nacionales; las cuatro compañeras han pedido que sus
historias sean contadas como forma de terapia e inspiración a muchas mujeres
para que denuncien y se integren a un abrazo sororo y reconfortante:
Relato 1: Soy
militante del partido político que llevó a la victoria al alcalde actual y que
es fuertemente cuestionado por los actos de corrupción de sus “aliados
estratégicos” en las secretarías del municipio. Cierta noche atendí su
invitación a un evento público con un grupo de senadores, y en una invitación a
bailar una pieza de la música típica me agarró la cola. Lo aparté y corrí
pálida del lugar. Al día siguiente me envió un WhatsApp pidiendo excusas que
estaba pasado de tragos. Acepté sus excusas y durante cinco meses no ocurrió
nada extraordinario. Una mañana en el despacho, que entre otras cosas siempre
está solo (ni siquiera su esquema de seguridad) y tiene un arma exhibida, acudí
a su llamado. Me ofreció ser su secretaria de gobierno, le dije que, si lo
había dialogado con la mesa directiva nacional porque tenía la aspiración un
cargo de elección popular, y me dijo que él mandaba en el partido y que
disponía de todo el aval para que fuera yo más adelante pero que por ahora quería
que estuviera en su alcaldía. Me tomó de las caderas y me tiró en su
escritorio, estaba su asta viril erecta, empecé a gritar, me subió el vestido y
le tiré una patada en la cara. Corrí desesperada por el pasillo y pude salir.
Afuera había dos taxis y un carro particular color gris, y les pedí que me
sacaran de allí. Llorando desesperada hice una llamada a la senadora del
partido y me dijo que era horroroso lo que había pasado pero que él era un
cacique dentro del partido, pues era alfil de uno de los clanes que gobernaban
en ese sector de la derecha y por ende no se podía hacer nada. Hice pública mi
renuncia a la militancia y actualmente cursa denuncia interpuesta por esos
hechos dolorosos aquella mañana.
Relato 2: Ingresé
a la Fraternidad Universal de los Hijos de La Luz a mis 21 años, movida por mis
ideales de conocimiento y pulimiento espiritual, apartada de la religión. Fui
iniciada y el grupo donde hacíamos las sesiones estaba fuera de la ciudad por
tanto me tocaba viajar. Desde el primer momento el encargado de mi formación en
la primera etapa era un reconocido Hijo de la Luz a nivel nacional, gozó de
gran prestigio, pero pedante y engreído. Traté de ser obediente, pero él me
humillaba en público diciendo que no tenía talento, que ni tenía ni idea lo que
era la Fraternidad Universal. Toda su humillación se acompasaba en privado con
acercamientos extraños como decirme cosas indecentes de índole sexual. Empezó a
decirme que no tenía novio porque tenía la energía sexual contaminada y que se
ofrecía como maestro de tantra. Me alejé totalmente, dejé de ir y en cierto
evento de iniciación de dos compañeros de la Universidad todo se agravó: me
criticó que busqué formación sobre los Hijos de la Luz en otro equipo y no con
él, y que era una inmadura por no aceptar corrección. Esa noche, por no hacerle
el feo a su esposa, también miembro de la Fraternidad, accedí a quedarme en su
casa. Tarde de la noche ese señor entró a mi habitación y en un acto de vil
cobardía me agredió sexualmente. No pude gritar, las lágrimas salieron. Me
pidió no decir nada a cambio de cerrarme las puertas del templo. Decidí contar
lo que me pasó a dos personas que creí eran de confianza y una de ellas le
contó a mi agresor, la otra me acogió. Desde ese grupo se empezó a decir que yo
estaba “enamorada” de mi agresor y me pintaron ante los demás grupos que yo era
una “casquisuelta” que estaba falta de pareja y atención. Pero aquel grupo que
me acogió guardaba un secreto: mi agresor ya tenía antecedentes de agresiones
sexuales. Y me aconsejaron denunciar ante los órdenes nacionales de la
Fraternidad y en Fiscalía, que ellos me respaldaban.
Intenté
suicidarme dos veces. En la primera ocasión me detuvieron mis compañeros de
trabajo, en la segunda mi hermana menor. Una luz al final del túnel se abrió
cuando decidí confiar por última vez y hablar con Andrés, alguien que de forma
extraña había salido de la fraternidad y él me contó del intento de violación
de mi agresor a él, y a cinco neófitas más, bajo el mismo esquema de
comportamiento: humillarlas y después venderse como el salvador de su energía
sexual. Él me llevó ante el Director Nacional de la Fraternidad y me acogieron.
Elevé denuncia para activar la ruta de Violencias Basadas en Género y luego lo
denuncié en la Fiscalía. Ya tiene orden de captura pues aquellas víctimas,
inspiradas por mi valentía, se atrevieron a denunciar. Hoy día llevo el mensaje
de empoderamiento femenino en los espacios donde el machismo aún impera y
organizo brigadas con distintas ONG para atender casos de violencia sexual en
la región.
Relato 3: Ingresé
a la docencia universitaria muy joven: a la edad de 25 años tuve a cargo 4
cátedras en una universidad privada. En la primera reunión se me acercó un
compañero docente, muy amable, intercambiamos WhatsApp. En la medida que la
conversación en temas científicos avanzaba, me preguntó si era soltera o
casada, le dije que de mi vida privada muy poco hablo pero que estaba en una
relación sentimental ya hacía año y 5 meses. Las invitaciones a salir no se
hicieron esperar, siempre evadía excusándome en el arduo trabajo. En una
ocasión salí tarde de la Universidad terminando un requerimiento y al ver que
ningún servicio de Uber y taxi pasaban por la zona, el profesor en mención se
ofreció a llevarme a casa. Al bajarme del carro me robó un beso y lo cachetee.
Al día siguiente fui a hablar con el decano y él le dijo que yo era una “perra”
y empezaron a ponerme problemas con la ejecución del proyecto de investigación.
Con las presiones encima decidí renunciar. Descubrí que el decano y algunos
docentes tenían por política controlar los cuerpos de las mujeres a cambio de
ascenso en la Universidad para ellas y privilegios en viáticos para eventos
externos y acceso a becas para cursar especializaciones y maestrías.
Relato 4: Inicié
semestre llena de expectativas porque sería ese en donde daría la asignatura
que más esperaba: Semiótica visual. Ese primer día el profesor, como era
costumbre según me contaban mis compañeros de semestres superiores en ese
momento, no llegó sino faltando 20 minutos para que se acabara el bloque de
clases. Su mirada hacia mí desde el primer día fue morbosa: me sentí asqueada
con sus miradas e insinuaciones tipo “y tú qué opinas” respecto a ciertos
temas. De un momento a otro me lo empecé a tropezar a cada rato en el
observatorio de antropología, saliendo del semillero de investigación, y con su
frase “el destino quiere que estemos juntos” profundizaba esa distancia.
Empezaron los comentarios machistas, pero en mi mente está uno en particular:
“a la mujer hay que pegarle, ella tiene que estar en la casa”. Eso generó mi
primera confrontación de muchas en esa clase. Me acusó públicamente de lesbiana
y que había una sola forma de demostrarle que yo no lo era, y que yo sabía
cómo. En el segundo examen a todos nos fue mal cambiando un concepto teórico a
su conveniencia y sentada en la banca pensando en lo bajo que me podía quedar
el promedio se me sentó, me tocó la pierna y me dijo: “salva a tus compañeros,
te espero en la oficina”. Se inventó el tema que la representante del curso
debía ir a su oficina a buscar un texto de que sólo tenía él y que era
importante para el parcial final, en consenso con mis compañeros fui acompañada
de Jorge, quien se quedó en la sala. Entré y apenas le recibí el libro me dijo:
“Ah. No sabía que Jorge y tu tenían algo. Sé que eres virgen, quiero
desflorarte”. Efectué la huida, llorando. Al día siguiente fui a la Facultad y
con la Directora de Programa, por cierto, es mujer, y su respuesta es que
hablaría con el profesor. Pero el ataque se intensificó: Me humilló
constantemente en la clase con todo tipo de peyorativos y como el tercer examen
lo perdí fuertemente me dijo públicamente: “Te doy una tutoría en El Gringo
Tuesday el domingo a las 9 de la noche”, fui directamente donde la decana, y su
respuesta fue fría: “Ay china, él es así, no le prestes atención”. Decidí
hablar con el profesor de Etnolingüística, a quien conocí en un evento
académico, llorando desesperada y él me dijo que no me preocupara, que él se
encargaría de ese profesor. Curiosamente no me pusieron problemas en la
Facultad para cambiar de profesor en el siguiente semestre y más nunca me volví
a cruzar con el profesor. Duré 6 meses asistiendo a psicología costeada por mi
familia, pues quedaron secuelas fuertes.
Empoderamiento femenino. No se dejen mujeres. Depende de ustedes. ✊🏾💜 Felicitaciones Mariale, por mostrarnos estás realidades que desafortunadamente son invisibles ante la sociedad. ❤️
ResponderBorrarMe encanta que por fin se hable de aquello que como mujeres callamos durante tanto tiempo. Es increíble la gran cantidad de historias de abusos. Que nadie nos silencie, ¡nunca más!
ResponderBorrarEstas historias son una muestra clara de la ola tan grande de machismo que existe, no solo en las calles o en lugares clandestinos, también en instituciones de educación, hasta privadas que uno cree que son los más elegantes y acomedidos, yo lo viví con un profesor. Mujeres, no debemos callar!
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